Economía Circular en la Naturaleza, por Luis Miguel Domínguez

Luis Miguel Domínguez. Naturalista y director del Gabinete de Historia Natural

Luis Miguel Domínguez. Naturalista y director del Gabinete de Historia Natural

  • Somos la única especie capaz de trastocar, de desequilibrar y de derivar hacía territorios insostenibles los escenarios en los que hacemos nuestras vidas. ¿Será el EGO?

  • Por muchas razones, la Economía Circular, es el antídoto global más eficaz ante el ponzoñoso futuro que los del superego nos proponen.

Lo peor que puede pasarle a un lobo anciano es perder su dentadura. Con ello la muerte está asegurada. Sin armas, lobas y lobos son gente condenada al patíbulo: solo la vida en común puede otorgarles una segunda oportunidad. Son seres muy sociales, y en su cultura está la acción de compartir y el hecho de cuidarse los unos a los otros, sobre todas las cosas. Cuando sucede que una loba vieja o un lobo lo han perdido todo, la sociedad lobuna activa una solución que emociona.

LOBO ESCUDERO es el término que la etología tradicional emplea para denominar a quien a partir de ese momento no tendrá otra función que la de acompañar, proteger y alimentar a los ancianos de la manada. Los escuderos cazan para los mayores, mastican la carne hasta triturarla y con su saliva y jugos gástricos condimentan una papilla que regurgitan para que, rememorando el tiempo en el que fueron cachorros, puedan alimentarse y resistir gracias a un acto solidario, perfectamente diseñado para que el grupo familiar no merme perdiendo la experiencia de aquéllos que lideraron durante lustros sus vidas y hoy son lobos desdentados.

¿Economía circular? Claro, por supuesto

Ser conscientes de que los recursos son los que son, ahorrar energía en el trabajo en equipo y no dejar huella de su paso por el ecosistema con total naturalidad y sentido de la solidaridad vital. Cada día, en distintas latitudes la naturaleza nos muestra el camino articulando diversas estrategias vitales con un único objetivo: vivir y dejar vivir.

Millones de interacciones se producen diariamente en los ecosistemas entre especies de todo tipo y condición, y nunca nadie toma más de lo que debe o de lo que puede. La pirámide ecológica que muestra la cadena trófica, con claridad y transparencia, nos recuerda que, de principio a fin, con los recursos disponibles, los ciclos de crecimiento se cumplen y las vidas se desarrollan plenamente.

¿Reciclaje? ¿Reutilización?... No hay nada más que ver cómo manejan la muerte las especies necrófagas. Sacan vida de donde no la hay, en el mismo punto en el que nuestra especie tan solo ve un residuo mejor o peor gestionado, y al que tan solo otorgamos «una segunda vida» partiendo de planteamientos etéreos y sentimentales.

Tenemos entre nuestra fauna hasta buitres especializados en comerse el tuétano de los huesos, lo último de lo último, el residuo del deshecho: el quebrantahuesos, por ejemplo, que actúa cuando ya córvidos y buitres han intervenido; captura las osamentas, las eleva a gran altura y las lanza contra unos seleccionados pedregales a los que llamamos rompederos. Una vez roto el hueso contra las rocas, esa ave gloriosa y sofisticada, alimenta su poderío con los tejidos más recónditos del organismo. Se trata, en definitiva, de que la fiesta de la vida no pare.

En océanos, desiertos y cumbres, la Economía Circular se hace firme desde hace siglos y por supuesto mucho antes de que la Comisión Europea en su «Estrategia europea de crecimiento 2020» y en la iniciativa «Hoja de ruta hacia una Europa Eficiente en el uso de los recursos» se pusiera las pilas para trasformar la economía actual (basada en el uso intensivo de los recursos) en un nuevo modelo de crecimiento basado en el uso eficiente de los recursos.

Somos la única especie capaz de trastocar, de desequilibrar y de derivar hacia territorios insostenibles los escenarios en los que hacemos nuestras vidas. ¿Será el EGO? Cada vez estoy más convencido de que sí. Ese maldito gen de superioridad impostada que nos ciega haciéndonos creer que somos más listos que nadie y que nuestra existencia sobre la casa común nos da la privilegiada posición de verdugos de todo lo que nos sobra.

Máquinas de matar como tiburones blancos o grandes felinos jamás matan más de lo que necesitan; es más, nunca matan por matar, a pesar de las leyendas negras con las que los humanos intentamos exculpar nuestros excesos cargándole el marrón a los bicharracos de nuestra fauna.

El mero lance predatorio en cualquier especie es un didáctico ejemplo de ahorro energético. Nunca el tigre de Bengala pondrá más carne en el asador que la que precisa realmente; para la captura, activa la ecuación perfecta: matar para seguir viviendo. El ego no interviene, y por tanto los deslices y los derroches se quedan tan sólo para el mono desnudo.

Me empeño en apuntalar las bases. Se trata de celebrar la vida, ¿no? Pues entonces tan solo hay que vivir y dejar vivir. Las claves son de primero de parvulitos: los recursos naturales son limitados y renovables. Con eso al fin del mundo.

La biodiversidad es en sí misma un tesoro que se asienta sobre un lecho de circunstancias esenciales, cuya complejidad reside en la sencillez. Formando parte de un todo, cada individualidad específica se mantiene a salvo. En eso fallamos. Plantas y animales no, no fallan en eso, todo lo contrario. Ideológicamente egoístas, hemos diseñado una forma de vida ahora mismo en vía muerta. No nos creemos parte del todo, es más, pensamos que TODO gira a nuestro alrededor.

Por muchas razones, la Economía Circular, es el antídoto global más eficaz ante el ponzoñoso futuro que los del superego nos proponen. Para nosotros será bueno. Pero para la biodiversidad en su conjunto será la salvación y la mejor manera de seguir celebrando la preciosa y única vida que tienen…, que tenemos.

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